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Pero no le concedió que poseyera en ella ni el más mínimo pedazo de terreno. En cambio, le prometió que él y sus descendientes poseerían todo aquel país: ¡Y Abraham no tenía hijos! Sin embargo, Dios le dijo que sus descendientes saldrían del país rumbo a una tierra extraña, donde pasarían cuatrocientos años sometidos a esclavitud. “Pero yo castigaré a la nación que los esclavice”, añadió Dios, “y mi pueblo regresará a este lugar y me adorará aquí”.

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